El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas,
como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un
cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A
las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le
confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que
haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una
taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir.
Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el
médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana
carga un revolver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está
muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy
persistente.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
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